Intentando encontrar la solución mágica
Para quienes me conocen, saben que soy un defensor acérrimo de la psicología, a pesar de venir de una familia absolutamente escéptica de la misma. Me he criado con declaraciones tales como qué los psicólogos son “matasanos”, que son el equivalente a un “vidente” que te engaña, entre otras verdades indiscutibles. Indiscutibles para mi familia, claro, porque son absolutamente cuestionables, y creo que en general cualquiera me daría la razón en eso.
Quizás por eso fue que en el momento en que necesité un psicólogo, lo veía como el fin del mundo. Yo, la estrella de la familia, el promedio perfecto de 10 en todas las materias del secundario, el ganador del premio a mejor compañero dos años seguidos, el chico que tenía el futuro asegurado; se desmoronaba como una torre que implosiona. En un momento, lo que había tomado años construir, se derrumbaba ante mis ojos como una torre de cartas. Y me sentía incapaz, impotente. Las estructuras que habían guiado mi camino como muros cerrados que marcaban mi ruta, ahora habían devenido en un laberinto que me sofocaba. Y sí, necesitaba ayuda para salir de ahí. Y fue mi psicóloga la que me ayudó a conseguir todo lo que conseguí en los años venideros.
Pero quiero ser claro en la palabra “ayudar”. Porque estamos en tiempos donde buscamos la solución a todos los problemas, rápido y fácil. La suscripción al servicio de streaming para tener algo para ver, a la app de música premium para escuchar sin anuncios, a la nube para guardar nuestras fotos y archivos, a la herramienta para organizarnos en nuestras finanzas, a los audiolibros para aprender más, a la IA para facilitarnos la vida en el trabajo, redacciones, etc; y podría seguir. Sentimos que necesitamos de esas herramientas porque nos simplifican la vida de algún modo. Aunque muchas de ellas hagan lo contrario en realidad, pero esa es otra discusión. Y así, ponemos los números de la tarjeta y en dos minutos tenemos el email diciendo “Bienvenido a….. ¿Estás listo para conocer todo lo que vas a poder hacer con tu suscripción?”. Nos sentimos parte de ese grupo selecto y pensamos que de alguna manera, nuestra vida será diferente a partir de ahora.
Es en este mundo en el que vivimos, de inmediatez y suscripciones, es que empezamos a tomar cualquier cosa que nos prometa una solución a nuestros problemas. Constelaciones, astrología, Biodescodificación, etc. Y si bien no creo en estas terapias, no soy quien para criticarlas y tengo certeza que si te hacen bien y te sentís mejor; ¿Quién soy yo para darte lecciones sobre lo que debés o no debés hacer?
Sin embargo he visto gente que se ahoga en libros de autoayuda, hace todos los tipos de terapia posible, pero aún sigue igual. Creo que llega un momento donde por más que busquemos esa “suscripción” para solucionar nuestros problemas, necesitamos tomar las riendas de nuestro destino y cambiar las cosas. Volviendo a mi experiencia personal, agradezco muchísimo la ayuda de mi psicóloga, pero si yo no hubiera hecho mi parte seguiría estancado. Puede venir alguien y decirme como salir del laberinto, pero si yo no me muevo y me quedo resignado en el lugar, dificilmente esa ayuda sirva de algo.
Hay una frase en la película “Hasta el hueso” protagonizada por Lilly Collins, donde el doctor le dice “Sabés cómo. Dejá de esperar que la vida sea fácil. Dejá de esperar que alguien te salve. No necesitás que otra persona te mienta.” Llega un punto donde la única persona que puede salvarnos, somos nosotros mismos. Y no hay libro de autoayuda, terapia alternativa, no alternativa, o suscripción que valga. Y la solución instantánea no aplica en este caso, por más plan premium que paguemos.
“You know how. Stop waiting for life to be easy. Stop hoping for somebody to save you. You don’t need another person lying to you.”
Cuando nos volvemos conscientes de que cumplimos un rol fundamental en la solución a muchos de nuestros problemas, se siente aterrador. Cuando estaba sumido en la ansiedad, no entendía cómo podría salir de eso si yo mismo me había llevado hasta ahí, lo cuál me hacía enojarme conmigo al tiempo que me generaba más desesperación. Claramente esta afirmación donde me culpaba de todo era errónea, como tantas de las verdades absolutas que me decía para autoconvencerme que ese edificio no estaba agrietado hasta los cimientos y que iba a tener que construirlo de cero como el arquitecto encargado. Pero al mismo tiempo, asumir nuestro papel en la situación es esperanzador porque nos indica que podemos cambiarla. Durante mucho tiempo sentí pena de mi mismo, de mi situación, de las pérdidas que sufrí, del acoso escolar, etc. Pero ahora con casi 29 años, no puedo continuar lamentando el tiempo perdido, o sufriendo por cosas de hace más de 10 años.

Día a día intento recordar que soy yo responsable de romper el ciclo, cambiar el rumbo. Le digo a ese chico que fui, que podemos salir de esto, y la mejor manera es aceptando el pasado pero siendo conscientes de que podemos elegir el futuro. Y espero que cualquiera sea el momento por el que estés pasando, puedas asumir esa responsabilidad e intentar cambiar las cosas. Mandela se repetía a sí mismo el poema invictus, mientras pasaba su días encarcelado injustamente. Me pareció que valía la pena compartirlo. Te regalo este hermoso poema y me despido. Hasta la próxima.
En la noche que me envuelve,
negra, como un pozo insondable,
le doy gracias al dios que fuere,
Por mi alma inconquistable.
En las garras de las circunstancias,
no he gemido, ni he llorado.
Bajo los golpes del destino,
mi cabeza ensangrentada jamás se ha postrado.
Más allá de este lugar de ira y llantos,
acecha la oscuridad con su horror,
Y sin embargo la amenaza de los años me halla,
y me hallará sin temor.
Ya no importa cuan estrecho haya sido el camino,
ni cuantos castigos lleve mi espalda,
Soy el amo de mi destino,
Soy el capitán de mi alma.
