¿Qué es lo peor que puede pasar?

Y otras preguntas no aptas para los ansiosos.

Desde que tengo memoria me he figurado escenarios terribles en mi cabeza. “No me sale este ejercicio, voy a desaprobar”, “Tengo que actuar en la obra escolar, ¿y sí me olvido mi guión? ¿Justo tengo una entrevista mañana, y si pierdo el bus?. Podría escribir una serie para Netflix con todos los cuentos variopintos que me he imaginado a lo largo de mi vida.  Sin embargo en mi obra de la escuela actué como Poncio Pilatos frente a 1500 personas y salió muy bien, y puedo decir con seguridad que son más las veces que pasé un examen que las que no, pero no tengo dudas que voy a recordar esa vez hace 2000 días, 15 horas y 24 minutos cuando algo salió mal, como lo he vaticinado el 90% de las veces. 

«Mi vida ha estado llena de terribles desgracias, la mayoría de las cuales nunca ocurrieron.»
                              Michael De Montaigne

Es muy difícil aceptar que uno está equivocado en sus propias percepciones. Desde mi experiencia personal se trata de una combinación entre  dejar el ego de lado y reconocer que nuestro punto de vista no es el correcto, al tiempo de asumir que nada nos da la seguridad de que las cosas terribles no pasen, pero tampoco nos da la certeza de que sucedan. Para las personas como nosotros ¿qué es lo peor que puede pasar? muchas veces no funciona, por el simple hecho de que “fallar en un exámen” no significa una mala calificación, sino arruinar el futuro profesional, perder todo debido a las deudas, terminar en la calle y morir de frío bajo un puente. Claramente estoy exagerando, pero como decimos en Argentina: “Parece chiste pero es anécdota”

No está mal que algo nos genere preocupación, pero el problema aparece cuando dicha preocupación nos paraliza. No te voy a decir la típica “ahhh no te preocupes!” porque claramente no tenemos la capacidad de decir “ oh claro! cómo no lo pensé antes, ahora voy a desactivar mi preocupación” como en ese episodio de Los simpsons cuando el muñeco estaba configurado en modo “malvado”. 

Lo que a mí me ha ayudado ha sido analizar las probabilidades. ¿Cuáles son las probabilidades de que mi dolor en el pié sea en realidad una enfermedad autoinmune grave?, ¿Cuáles son las posibilidades de que haga el ridículo en un vuelo porque me dio un ataque de ansiedad? Y la más importante, ¿Cuántas de esas veces donde imaginé el peor escenario, realmente se cumplió?. Y bueno, la mayoría de las veces la respuesta es la esperada: NUNCA.

Mi psicóloga me dijo algo muy interesante cuando empezamos la terapia juntos. “Si tu miedo más grande son las arañas, ves una en tu sala y la dejás; al cabo de unos minutos va a parecer que su tamaño se duplicó y ahora es una tarántula. Mientras más rápido tomes acción, mejor va a ser”. La mejor manera de cuestionar esos pensamientos es enfrentarlos, demostrarnos a nosotros mismos que estamos equivocados y que a veces, no solamente es una cosa positiva, sino hasta saludable. 

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